Beatriz Rebollo nació en Valladolid en 1996. Recuerda con cariño las caricaturas que dibujaba su padre, y la cara de confuso que este ponía cuando de niña le pedía que dibujara un caballo con cara de malo. Crecer viendo El Jovencito Frankenstein y King Kong hizo que sintiera más fascinación por los monstruos y villanos, que por los propios protagonistas. Reconoce que las películas de animación en 2D de Disney que veía de niña le han inspirado hasta día de hoy. Con la película El Planeta del Tesoro descubrió que no bastaba con darle vida a un personaje, también había que darle una historia. Como ella misma dice, de niña empezó a dibujar lo que quería imaginar, mientras que ahora el proceso es a la inversa.
Estudió Bachillerato Artístico en la Escuela de Arte de Valladolid, donde más tarde estudiaría Ilustración en el mismo centro. Apasionada por el diseño y el desarrollo de personajes, sintió que la formación académica recibida en la Escuela de Arte no era suficiente para lo que verdaderamente le interesaba, por lo que siguió su formación de manera autodidacta estudiando anatomía y siguiendo los trabajos de ilustradores como Juanjo Guarnido, para dedicarse profesionalmente a la ilustración. Su obra gira entorno al mundo que ella misma ha creado, donde su excelente conocimiento en anatomía humana y animal le ha permitido dar forma a sus personajes antropomórficos, y donde su imaginación le ha permitido darles una historia.
Crudo Prints le propuso como temática Jardín de Cemento.
Esta obra de Beatriz Rebollo realizada en 2024, es una ilustración digital reproducida en tamaño 42 x 29.5cm.
Beatriz ha realizado una escena en la que unos científicos vestidos con trajes NBQ están analizando lo que parece un esqueleto de origen desconocido. La escena representa una combinación entre lo natural y lo artificial, como una alegoría a la convivencia entre los métodos científicos y los fenómenos paranormales en un mismo plano. Para crear esta dualidad, la artista recurre a un esqueleto antropomórfico de enormes proporciones que parece estar incrustado en la pared. La escena está enfocada en un picado muy marcado que le aporta un gran dramatismo a la vez que enfatiza la sensación de pequeñez del ser humano frente a lo desconocido.
Beatriz demuestra en esta obra una gran interpretación del horror tipo lovecraftiano, como el miedo que sentimos frente a fenómenos que escapan a nuestra comprensión y de cómo a través de la ciencia /fe/ tratamos de darle un significado o explicación. Un hecho llamativo del esqueleto es que parece tener tres cabezas combinadas, una posible mención oculta a la Santísima Trinidad, el dogma central sobre la naturaleza de Dios en la religión cristiana, o incluso a Can Cerbero, el perro de tres cabezas que custodia la entrada al averno según la mitología griega.
El uso del color negro y la gama de verdes con tinta fotoluminiscente nos hace pensar en un ámbito radiactivo, creando una atmósfera oscura e inquietante. ¿De dónde ha surgido este monstruo? ¿Cómo se ha creado? ¿Cómo es que está dentro del cemento? Preguntas cuyas respuestas tememos conocer...
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